Isla de Pascua, de destinos remotos y otros menesteres

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Hay días en que quisiéramos alejarnos de todo lo más lejos posible. ¿Y por qué no irse derechito a la isla habitada más remota del planeta: La isla de Pascua

Una de las islas más misteriosas y de difícil acceso, ubicada en la polinesia. Al “ombligo del mundo” como la llamaban sus antiguos habitantes, se llega a través de Santiago de Chile en un vuelo con duración de 5 horas.

Su clima es caluroso, rondando en verano (diciembre a marzo) los 28 grados centígrados; y en invierno (junio a agosto) alrededor de los 14 grados.

Lo más interesante de la isla son las enormes cabezas monolíticas conocidas como “moai”, que quiere decir escultura. Son más de 900 cabezas talladas distribuidos por toda la isla. Se desconoce aún su significado, y existen numerosas teoría sobre su construcción y su transportación desde el volcán hasta su lugar definitivo; pero se piensa que fueron talladas por habitantes de la isla como representaciones de sus antepasados.

Además del misticismo de estas piedras ancestrales, la isla tiene de todo, flora y fauna marina para descubrir buceando, playas con arenas color rosa, y además, volcanes y praderas para recorrer a pie o a caballo.

En el mes de febrero, se vive la fiesta Tapati Rapa Nui, un programa de música, danza y eventos culturares tradicionales polinesios que no se puede perder.

Su único poblado existente es Hanga Roa; por lo que encontrará un destino libre de ostentación, más orientado hacia el ecoturismo lo mejor de todo: sus playas sin gente.